El Lobo Estepario. Sólo para locos. No para cualquiera.
  No sólo de Cervantes vive el hombre
 

No solo de Cervantes vive el hombre

 
En España somos inigualables, los más tontos de Europa, los únicos que además de avergonzarse de la palabra “Patriota” tiran piedras contra su propio tejado. No nos conformamos con cargar contra las ideologías que fomentan una integridad propia y única, sino que estamos deseando deshacernos de nuestra cultura para sustituirla por una mezcla de historias y fraudes inventados por territorios más pequeños y por el puñetero imperialismo yankee.
 
Pocas veces se ha visto en nuestra historia (y en la del mundo) un nivel de resistencia al opresor tan bajo. Y esque menudo opresor, nos tiene cogidos por los huevos, es propietario de los medios de comunicación, de las grandes empresas, de la ciencia, y hasta de los derechos de autor de Bob Esponja o Justin Bieber.
 
Por esto en otros países parece haber habido un resurgimiento nacionalista (pareciera que esta palabra es totalmente indigna si no la pronuncia cualquier gilipollas con escaño en el parlamento de Cataluña y con un nombre parecido a Joan Ridao) pero a mi me apetece utilizarla, ¿algún problema?
 
En orden, cuando me refiero al nacionalismo me refiero a un nacionalismo necesario que surge como oposición al Imperialismo. Mi nacionalismo se parece mucho más al de Mahatma Gandhi o Ernesto Guevara de la Serna que el de los “nuevos nacionalistas” que campan a sus anchas por los parlamentos nacionales y autonómicos, orgullosos porque tienen derecho a escaño. (no como ciertas formaciones)
 
No es casi ni “digno” de ser llamado nacionalismo, es patriotismo cultural, un alegato ideológico en defensa de la cultura, las tradiciones, la música (moderna o tradicional), el (buen) cine, la arquitectura, el turismo y todo lo que quieran.
 
Ya estoy harto de “tertulias cultas” en donde cada vez que se habla de “España” se tiene que acompañar (gregarismo obliga) de “mediocre”, “poco artístico”, “superable” o simplemente “una mierda”.
 
En este país, sobre todo en ciertas regiones, Cervantes, Quevedo, Miguel Hernández, Ortega y Gasset o Joaquín Sabina, son conceptos o bien, desconocidos totalmente, o bien a los que se quiere menospreciar y sustituir por peleles de diseño “de la tierra”, escritores y autores sin calidad ni mérito pero que escriben en lengua oriunda.
 
Ahora todo señor estirado debe apreciar las obras de Bernardo Atxaga o entretenerse y conversar largo y tendido sobre la filosofía de Sabino Arana, tócate los huevos.
 
Pero claro, otra alternativa a aprender euskera, catalá, galego, bable, valenciá, mallorquí, andalú y hasta segoviano (que a nadie le extrañe que se haga oficial un idioma inventado de estas nobles tierras) puede ser, mirar afuera.
 
Osease que se osea, buscar a 3000 o 5000 kilómetros de distancia lo que tenemos aquí bajo un prisma personalizado y único. No podemos identificarnos con las películas rodadas en la puerta de nuestra casa, el 90% del cine que consumimos tiene que venir de fuera. No podemos escuchar artistas de la tierra, lo “culto” ahora se considera consumir (previo pago) a artistas que culturalmente distan miles de kilómetros.
 
 
Vivimos con una ideología de diseño, una cultura de diseño, un arte de diseño, unos políticos de diseño, y, en definitiva en un mundo, que, dentro de poco pertenecerá a alguna empresa del país del Pentágono y de la pena de muerte.
 
Tontos de nosotros nos creemos libres cuando es nuestro bolsillo y no nuestro cerebro el que marca los dictados de nuestras míseras, penosas y ruinosas vidas. Tontos de nosotros creemos que la “democracia” es una palabra que significa algo y que no sólo está de adorno.
 
Nos entretenemos recitando consignas prefabricadas y participando en debates estériles y descafeinados en los que utilizamos argumentos manufacturados por una “media” interesada y pecuniaria.
 
Parece que éste país nació para morir cuando fue uno de los mejores estandartes de conciencia nacional en el viejo continente. Parece como si una Historia plagada de Imperios y tiranías hubiera sido olvidada totalmente.
 
Los españoles somos los niños que se caen de la bicicleta cientos de veces pero que ni quieren dejar de montarla ni quieren aprender a ello. Solamente, dejar que la ley de la gravedad nos demuestre una vez más lo patéticos que somos.
 
Los grandes países no sólo tienen una gran cultura y una gran historia detrás sino que la defienden y yo no quiero que mi nación siga representando la nada absoluta en lo que a cultura actual se refiere. No sólo de Cervantes vive el hombre.
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