En estos tiempos que corren de crisis política y social una de las pocas formas de olvidar la cruel realidad es pensando en el pasado o en el futuro, y para que este blog no apeste a tufillo nostálgico vamos a hacer un ejercicio de ucronía y a adelantarnos a la realidad. Que será de la prensa el día que se proclame la Tercera República, tirando de imaginación y memoria me he inventado una falsa crónica sobre este hecho, ahí os va:
Sergio Lafuente. Mundo Obrero. Madrid. Ya los antiguos griegos reclamaban la República como un ideal de excelencia y madurez democrática, un estado en el que todos los ciudadanos (ajustándose a la definición helena del concepto) fueran iguales ante la ley y disfrutaran de los mismos derechos políticos. Una tierra de libertades en donde nadie sea más que nadie, el mismo Platón tituló uno de sus libros como "la república" en la que la calificaba de desviación impropia.
Los romanos vivieron un período breve de república, entre "Cesaratos" y supieron lo que era esta forma de gobierno.
No obstante este concepto no vuelve a utilizarse hasta la Revolución Francesa, donde, avanzados pensadores como Montesquieu, Rousseau, Locke, etc comienzan a plantearse un estado sin rey, en el que los estamentos sociales se difuminen. Pronto gran parte de los países de Europa occidental se convirtieron en prestigiosas repúblicas imitando el modelo francés y parte de ellos incorporaron parte de su escala de valores a pesar de no serlo.
El Siglo XX estuvo marcado por la puesta en práctica del Marxismo y la extensión de las ideas republicanas, pronto viejas concepciones como el sufragio universal o la igualdad de derechos empezaron a convertirse en realidades en muchos países. Por otra parte la Unión Soviética comenzó a disputar el liderazgo a EEUU, convirtiéndose en estandarte del nuevo republicanismo.
En España estas ideas se pusieron en práctica durante el gobierno de Riego y durante la llamada Segunda República, donde Azaña las imbuyó de izquierdismo moderno. Desde entonces y más, a partir del franquismo, sustituir al rey o al tirano, se ha convertido en una de las principales inquietudes políticas de gran parte de la izquierda y una pequeña parte de la derecha.
En 2020 se inició la carrera política hacia el cambio en el modelo de estado debido al avance imparable de Izquierda Unida. El PSOE comenzó a cuestionarse sus viejos valores monárquicos. Pero no fué hasta agosto de 2022 cuando, en pleno gobierno de la coalición de Izquierdas se presentaría una enmienda ad hoc en el parlamento.
Ayer mismo, el Presidente de la (ahora) República CarlosM. (Yo) proclamó un cambio radical en la forma de gobierno y en la política española. Al grito de ¡Viva la república!, exhalado con vehemencia por la mayor parte de los parlamentarios en el hemiciclo, España dejaba atrás siglos y siglos de monarquías y dictaduras para incorporarse a la gran lista de estados republicanos, en la cual se codeará con Rusia, China, EEUU, Venezuela, y prácticamente toda latinoamérica.
Para el mandatario izquierdista este hito supone "la consolidación de la democracia y los derechos humanos en España" y espera que "la democracia comience a funcionar de una vez", pues considera que "aparte de la Segunda República, el país no ha vivido con intensidad el autogobierno".
Esta votación se sumará en Septiembre y Octubre a una serie de planes integrales para "transformar la estructura política y económica del país, dando prioridad a los ciudadanos, especialmente a la clase obrera, gran excluida del sistema capitalista". Esta batería de acciones incluirá una nacionalización que afectará al 60% del sector bancario y a el 20% de las grandes empresas.
"No nos quedaremos en un republicanismo simbólico, república significa democracia, y democracia de calidad" anunció el gobernante, después de comunicar que impulsará una transición hacia la democracia participativa.
Este conjunto de medidas pretende ahondar en la consecución de una democracia plena y libre, en palabras del dirigente hacia el "estado más democrático del mundo". CarlosM. dejó claro estos y otros puntos en un discurso de 3 horas ante un auditorio abarrotado en Madrid.